Lunes de Reflexión

ENFOQUE / Salomón Beltrán Caballero

2018-07-15

Salomón Beltrán Caballero

El fin de semana nos tocó vivir un momento de reflexión en nuestro espacio vital, me refiero al matrimonial, una parte de nuestros nietos están de campamento y otra parte de vacaciones, así es que Ma. Elena y yo nos dispusimos a disfrutar dos días en calidad de novios, yo con la ansiedad de sentirme también libre de compromisos, me preparé para disfrutar lo máximo, con eso me refiero, a tener oportunidad de platicar con mi esposa de lo que hemos pospuesto por años, salirnos de la rutina, romper algunas reglas como mi dieta antirreflujo, disfrutar una caminata sabatina sin prisas, así es que nos pusimos de acuerdo y por la mañana del sábado vestidos para la caminata nos dispusimos a salir del hogar para abordar el auto, y nada, que este se encontraba  abierto, con el cofre levantado, sin la batería y mis preciados CDs. de los años 70 y 80, regados en los asientos; a pesar del desagradable inconveniente no nos desanimamos, desistimos de la caminata, pero nos preparamos para al medio día, nos desquitáramos en un buen restaurante, y así fue, comimos cosas prohibidas; después decidimos ir al cine y de nuevo a comer cosas prohibidas, al salir del cine, nos fuimos a otro restaurante y qué cree? de nuevo a comer y a beber cosas prohibidas; animosos llegamos ya tarde a nuestro hogar, dispuestos a todo; nos sentíamos como un par de jóvenes dispuestos a retar al tiempo y al destino, desgraciadamente la fatiga retrasada que ambos llevamos a cuestas  nos venció, mi amada esposa se durmió, y yo  valiente como soy, prendí un momento la televisión, y ya acostado cómodamente, empecé a tener síntomas claros de una tremenda indigestión, no me amilané y tomé un medicamento para combatirla, pero ésta no cedió con el primer tratamiento y mi cuerpo empezó a reclamarme el mal trato que le había dado, así es que, se presentó el desagradable reflujo gastroesofágico de una manera florida y me puso en jaque; los que padecen de esta enfermedad ya sabrán de lo que estoy hablando; me pasé toda la madrugada luchando para controlar los  angustiantes síntomas; y lo más triste es que asusté a mi  esposa, que no sabía si llevarme a urgencias  del hospital más cercano, o dejarme orar para pedir la intervención del Todopoderoso, para que me ayudara con mi cruz. Gracias a la atención de mi esposa y a la intervención del Señor, mi barca logró salir de la tormenta y empecé a navegar en aguas tranquilas pudiendo ver el nuevo amanecer, dejé dormir un par de horas a mi esposa, y cuando despertó la invité a salir a caminar y así lo hicimos, ya en el área verde del  módulo habitacional, le pregunté: _¿En estos momentos qué es lo más importante para ti? Y ella sin titubear me dijo: _Después de la vida, la familia. Cuánta razón tienes _le contesté_ La familia es lo más valioso que tiene el ser humano, de ahí que hay que luchar siempre por mantenerla unida, pero sobre todo, conscientes de la importancia que reviste el amor para que esa unidad no esté expuesta a mezquindades.

En la soledad de aquella habitación, en los momentos de mayor angustia, ambos pasamos por varias etapas de nuestra madurez; primero, nos sentimos como niños, sabíamos que nos habíamos portado mal, y al sentirnos desvalidos, pedíamos a gritos nos vinieran a nuestra ayuda; después, entramos en una etapa de juventud, donde retamos a los inconvenientes de nuestra osadía, y por último, nos dimos cuenta de que somos dos adultos mayores demasiado vulnerables y que tenemos que cuidar de nosotros mismos para evitar sorpresas indeseables. Nunca es tarde para aprender que hay un tiempo para todo.

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