Lunes de reflexión

ENFOQUE / Salomón Beltrán Caballero

2020-05-24

Salomón Beltrán Caballero

Y ella permanecía con sus ojos cerrados, postrada en su cama donde reposa sus años gastados, mientras que en su interior, su espíritu siempre joven se movía gustoso; abre tus ojos alma mía, quiero asomarme por su ventana y ver la alegría de ese espíritu tuyo tan jovial que me escucha y me mira, y después de dos meses y días de no tocar tu mano, de que no escucharas mi voz tan cerquita, al fin me miras y te has de haber preguntado al verme ¿quién es ese hombre de mirada triste, viejo y barbado?, un extraño te he de haber parecido y no tu hijo Salomón tan amado, y cerraste de nuevo tus ojos como queriendo dormirte, mientras yo, desesperado, te hablaba para que recordases nuestro pasado. Después de ese momento, no dejaba de mirarme al espejo, como buscando que mi cara me dijera algo, y llegué a comprender por qué aquel día no me reconociste; cómo ibas de hacerlo, con este semblante viejo y cansado y todavía más avejentado, con esa barba que tú nunca en mi vida conociste. 

Hasta donde habré llegado, dejando que la tristeza de estar enclaustrado me haya empolvado como un viejo objeto que se quedó por ahí olvidado, lo más curioso de todo, es que nadie me decía lo que estaba pasando, que más allá del temor de enfermar por un maléfico virus, me estaba enfermando mi manera de enfrentar lo inesperado. 

¿Miedo? Sí, pero más miedo da el quedarse varado, pensando que nada se puede hacer, encerrado con los catastróficos pensamientos que nos hacen  ver al sol apagado; a la lluvia, como el llanto de aquellos que no pudieron vencer la tristeza que a mí me estaba atacando, y todo, todo por no ver que ningún mal natural o creado, puede tener más poder que el amor de un Dios que siempre está a nuestro lado.

Hoy, apenas pude mirarme al espejo y al verme me dije: ¡Ese no eres tú! abre los ojos, la vida te está esperando, y así fue como pude despojarme de aquella máscara triste, de enfermo, de desahuciado. El tiempo que Dios nos tiene destinado se cumplirá cuando él lo decida, si hoy me mantiene aislado, no es para mí un mal, es porque él quiere que siga disfrutando la vida y más ahora que he podido comprender que cada minuto tiene un valor infinito.

Hoy fui a ver a mi madre, ella estaba con sus ojitos cerrados, le estuve hablando al oído, a veces recio, a veces quedito, pero creo que por estar tan cerquita de su oído, ella apreció en aquel beso tan anhelado, que aquel hombre viejo y barbado se había marchado, y fue entonces que sus ojos se abrieron, y al verme, dibujó esa divina sonrisa, después escuchó muy atenta todo el amor que envolvían mis palabras escritas y lo disfrutó tanto como yo, y contagió a mi alma de ese amor infinito, que solamente ella, Dios y yo podemos describir en una forma tan bonita.

enfoque_sbc@hotmail.com

Derechos Reservados © La Capital 2024