Domingo familiar

ENFOQUE / Salomón Beltrán Caballero

2020-11-22

Salomón Beltrán Caballero

“Bendito sea el Señor, pues ha oído la voz de mi humilde ruego. El Señor es el que me auxilia y protege; en él esperó mi corazón, y fui socorrido. Y resucitó mi carne; y así lo alabaré con todo mi afecto. El Señor es la fortaleza de su pueblo; él es, el que en tantos lances ha salvado a su ungido. Salva, ¡oh Señor!, a tu pueblo, y llena de bendiciones a tu heredad; rígelos tú, ensálzalos por toda la eternidad. (Salmo 27:6-9)

No me cansaré Padre en alabarte, y sea mi oración fervorosa y permanente, para pedirte de corazón, le devuelvas a tu pueblo la salud que tanto necesita; hemos sido imprudentes, sin duda, débiles ante el pecado, más seguimos siendo eternamente tuyos porque tú nos creaste y ha sido nuestra primera meta el llegar ser semejantes a ti en humildad, por el camino del amor que nos mostraste; no te alejes mi Señor de nosotros, perdona nuestra ceguera y sordera espiritual, nuestra endeble fe, que se tambalea ante la furia y agresividad de nuestros enemigos. Perdona, Padre, nuestra inconciencia, nuestra falsa postura valiente que nos permite, en ocasiones, disimular nuestros miedos, pero se hace evidente ante la aparición del dolor y la sensación de estar perdiendo la batalla, cuando aún no ha comenzado.

Auxíliame y protégeme, y auxilia y protege a mi familia, a mis amigos, a mis enemigos, al pueblo entero. Tu poder ya hizo sentir  débil al poderoso, y más desvalido al que siendo pobre, tiene la riqueza de contar siempre contigo, y se ha olvidado de ti, pensando que su salvación esta en mano de los hombres.

Señor mío, Dios nuestro, escucha el ruego de tu pueblo, sana  nuestra tierra de todo mal, y con ella, sana a cada uno de tus hijos; que el amor que derramas, sea la mejor medicina para entender, que tuyo es el poder y la gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

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