En estos momentos, ¿cuáles son tus necesidades?

MIRADA DE MUJER / Luz del Carmen Parra

2021-02-10

Luz del Carmen Parra

Hace muchos años, cuando estaba concentrada en la formación de mis hijos, en la edición de La Capital, que en aquel entonces se imprimía quincenalmente, y en atender lo funcional de mi hogar, recuerdo que me despertaba antes de que despuntara el día y hubo ocasiones en que casi vi amanecer de nuevo; corría de un lado para otro, ignorando el transcurrir de las horas, sin apenas detenerme a reflexionar nada y mucho menos tomarme un poco de descanso.   

Cada minuto estaba ocupada. Disfrutaba mucho de todo lo que hacía. Era pura adrenalina. Estaba en la plenitud de todas mis capacidades físicas e intelectuales, y podía darme el lujo, incluso, de olvidar si había tomado el desayuno, o no. El trabajo me absorbía. La atención de lo inmediato requería de toda mi energía. 

No tengo claro, cuál fue el motivo que me llevó a buscar a mi doctora de muchos años, homeópata por cierto, pero de pronto me vi sentada frente a ella, y como siempre, para terminar de hacer el diagnóstico de mi estado físico, se interesó por conocer un poco del aspecto emocional.  

Después de hacerle una relatoría de mis múltiples ocupaciones cotidianas, un poco reflexiva me dijo: Ok. Entonces, Luz del Carmen, ¿en estos momentos cuáles son tus necesidades?”. Recuerdo que en un principio no comprendí cuál era el sentido de su pregunta. Enlisté todo lo que veía como mis necesidades, entre las que destacaba la atención a mis hijos, a mi esposo, a mi casa, a mi revista, a mis colaboradores y no sé cuántos asuntos más. 

Después de escucharme atentamente me dijo: Muy bien, pero vuelvo a repetirte, ¿en estos momentos cuáles son tus necesidades? No quiero que me detalles las cosas que haces para atender todos tus compromisos, quiero que pienses, que necesitas tu”. No supe que decir. Nunca antes me había obligado a identificar mis necesidades personales.  Vivía tan enfocada en satisfacer las ajenas, que me había desconectado totalmente de mi persona y como resultado, mi cuerpo me estaba pasando mi primera factura. 

No fue fácil reconocerme como una persona con necesidades propias. Todo lo tenía resuelto. Una familia, una casa hermosa, un proyecto que me ilusionaba mucho. No. No me hacía falta nada. Requerí tiempo y la tutoría de un especialista, para identificar mis carencias personales, más allá de obligarme a tomar mis alimentos en un horario determinado, hacer un poco de ejercicio físico y encontrar momentos de descanso, debía reservar un espacio para disfrutar de las actividades que me hacían especial el día. 

Debía reconectarme con el goce de la belleza y del placer que nos da la vida más allá del cumplimiento del deber; el juego y la diversión también debían ser parte de mi rutina y había que alternarlos con la dura y aburrida sucesión de horarios, pagos, obligaciones y la interminable lista de cosas por hacer. Si bien tenía claros mis objetivos y mi misión de vida, no podía dejar de lado ese sentido de aventura al descubrir, aprender y hacer esas pequeñas cosas que siempre me han gustado y que no tenía claro por qué las había relegado. 

Debía encontrar un momento de relax para disfrutar de una buena película, de la lectura de uno de mis libros que calladamente esperaban su turno en mi mesa de noche o reir o llorar con los conciertos de André Rieu; detener el tiempo en una tarde, en medio de anécdotas inolvidables con mis amigas, acompañadas de una taza de buen café, del silencio y la contemplación del paisaje entrañable de la Sierra Madre a contra luz, que admiraba desde mi ventana, en esos atardeceres que me llevaban a la reflexión cuando la noche se asomaba. 

Debía trabajar duro para acomodar mis emociones y reconstruir las relaciones dañadas con el tiempo. Dejar de lado culpas y resentimientos para encontrar la paz interior, para valorar a plenitud todo lo que tenía, para poder reencontrarme conmigo misma.  

Hoy me sigo cuestionando, ¿qué necesito? ¿Qué me hace falta? No cabe duda que la respuesta es infinitamente diferente, pero ya he aprendido que, para contestar a esta interrogante, es necesario volver hacia adentro la mirada, y en silencio, registrar que queda pendiente por descubrir, por aprender, por sentir, segura que esto me ayudará a precisar, cuáles son mis necesidades en este momento. 

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