Morir

MIRADA DE MUJER / Luz del Carmen Parra

2021-10-31

Luz del Carmen Parra

Nacer y morir, dos grandes acontecimientos en la vida que escapan a nuestra voluntad y definen el principio y el fin, de esta maravillosa oportunidad para disfrutar de todo lo que este mundo nos ofrece.  

 

Nunca habíamos tenido tan presente la muerte, millones de seres humanos al mismo tiempo y en todos los rincones del planeta, como en estos últimos meses. Sin lugar a duda, creo que esta ha sido la mayor de todas nuestras angustias. Nada nos ha quitado la paz y la tranquilidad tanto como el saber que, a la vuelta de la esquina, podemos pasar a formar parte de las temibles estadísticas que ha dejado la pandemia del Covid-19.  

Muchos nos hemos visto confrontados con la muerte en más de una ocasión, envueltos en el drama de todo lo que implica tomar conciencia de nuestro tiempo, de nuestra fragilidad, del inmenso dolor que nos dejó la pérdida de seres queridos.  

Hay quienes han partido dejando a medias sus proyectos, sus sueños, y en algunos casos, sus relaciones familiares emproblemadas y con la necesidad de pedir o dar el perdón en el último adiós y, sin embargo, su reloj se paró sin mediar ocasión para hacerlo.  

Cuánto temor nos despierta la posibilidad de morir yno obstante, sabemos que tarde o temprano tendremos que hacerlo. Todos los días luchamos a brazo partido por enfrentar los desafíos de la rutina, pero no tenemos tiempo para reflexionar cómo estamos viviendo, que estamos dejando de hacer para darle calidad a nuestra existencia, de aprovechar al máximo los días que están por venir antes de cerrar nuestro ciclo.  

Mi abuelito decía que "había que trabajar como eternos, sabiendo que nos íbamos a morir”; a sus 80 años, trabajando incansable y entregado a la vida con el mayor de los gozos, de levantarse y respirar el aire fresco de la mañana, sintiendo que quizás esa sería su última vez, estaba decidido a compartir todo lo que tenía, a atender sus responsabilidades como padre y esposo y a resolver todos sus pendientes para no dejar cabos sueltos.  

Todos tenemos marcado el punto final. Nadie sabe en qué momento llegará, ni si alcanzará para terminar lo empezado. No queremos siquiera detenernos a reflexionar en ello. Evadimos temerosos la sola idea. Tenemos prisa y a veces corremos sin rumbo definido. Hay quienes incluso, pasan como sonámbulos, sin apenas incidir en los grandes acontecimientos.   

Muertos en vida, cansados, sin entusiasmo por enfrentar los problemas, sin ilusiones, ni proyectos que den razón a la existencia, viven vacíos, temerosos y aburridos. En muchas ocasiones renegando de todo, quejándose del desamor de la pareja, del desinterés por sus éxitos, de que los padres hicieron algo mal que cegó toda su fuerza y su energía, de la ingratitud de los hijos que no corresponden al tamaño de los sacrificios. De que llueve o de que hace calor. Pareciera que viven permanentemente en el ático de un edificio en ruinas. Sin tomar conciencia de que las reservas se agotan, apenas si se dan cuenta de que hace mucho tiempo cavaron su propia tumba.  

“Morir, ni antes ni después”, decía el gran maestro y doctor en tanatología Raúl Carrillo, QEPD. Cerrar círculos y caminar ligeros, aprendiendo a valorar lo que tenemos a nuestro alrededor, asumiendo riesgos y desafiando al tiempo. Reconociéndonos y amándonos, con la capacidad de perdonar, y perdonarnos, para poder continuar sin que los sentimientos de culpa o los arrepentimientos nos detengan.  

Aprendiendo a poner límites para proteger nuestro tiempo de cargas ajenas, haciendo siempre cosas interesantes, satisfactorias, significativas que den sentido y razón a nuestra existencia. Viviendo nuestra vida, no la de los demás, ni como los otros quieren. Encontrándole valor a lo que somos y a lo que hacemos.  

Es inmensa la desesperación y la ansiedad que ocasiona el saber que una enfermedad terminal amenaza con poner fecha a ese día tan temido. Anticipadamente nos confronta con la posibilidad de morir y es entonces cuando empezamos a ver lo que aún no terminamos y volvemos los ojos a los seres amados. Me pregunto, ¿cómo prepararnos para decir adiós con dignidad? ¿Como concluir el último capítulo de la historia de nuestra vida?, ¿cómo seremos recordados?   

¿Qué pasaría si desde que venimos al mundo supiéramos la fecha de nuestra muerte?, ¿viviríamos la vida como lo hemos hecho o cambiaríamos algo en ella?. Nos prepararíamos para enfrentarla de otra manera, sin tanto miedo, con más serenidad. Porque finalmente la muerte es parte de la vida misma, hoy más que nunca lo estamos viendo.   

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