Crónica de un extraño suceso en el jardín

CUADRANTE POLITICO / Fernando Acuña Piñeiro

2022-03-13

Fernando Acuña Piñeiro

El jueves 10 de marzo, casi hacia las horas del mediodía un octogenario de rostro ennoblecido por los años y su hijo salieron de su domicilio en el Fraccionamiento San Francisco ubicado en el sector poniente de la ciudad. En un modesto coche de la familia, enfilaron por la calle dieciséis y pasaron frente a la tienda Grand Toreo.  

  El clima de un invierno tamaulipeco de fríos extremosos e imprevisibles, entretejidos con días de sol hiriente los cobijó de inmediato. Ese día los pronósticos marcaban 26 la máxima y mínima 12.  

En la radio del vehículo Chevrolet modelo 95, empezó escucharse una canción ranchera,   esa música que acompañó a las mujeres y hombres del Milagro Mexicano,  del sexenio del Presidente Manuel Avila Camacho,  hasta el de Adolfo López Mateos. El tránsito incierto de un ruralismo patriarcal, pasando por la modernidad y los privilegios del Alemanismo, hasta culminar en el punto de quiebre estructural con Gustavo Díaz Ordáz.     

 Don Felipe respiró hondo y se llevó a la mano al hilo de su bigote plateado que un día antes le había afeitado su propio hijo del mismo nombre. A sus 81 años, podía ufanarse de haber formado una familia tamaulipeca unida por los valores del respeto y la honestidad.  

 Dieron vuelta  al topar con el  semáforo de la Calle Berriozabal  y de nuevo doblaron en la esquina de la Canchita “Enrique Borja”. Se incorporaron a la Calle Carrera y  pasaron frente al estadio “Marte R Gómez”, para meterse al estrecho tráfico de la calle Diecisiete. Don Felipe  vestía una camisa amarillo tenue y un pantalón verde pálido. 

Hacía sol, pero el viento era helado. La paradoja de marzo.   

-----Le subo el vidrio?, le pregunto su hijo, mientras pasaban a la altura de la Secretaría de Salud, el edificio cuyos muros concluyen en pequeñas almenas góticas como puntas de flecha, apuntando hacia la nada.  

  Don Felipe calzaba unos mocasines color negro  que recientemente se había comprado y que se había puesto de prisa esa mañana. Se levantó y se aseó muy temprano, a la hora en que los escasos gallos urbanos habían cantado, anunciando el amanecer.  

  Cuando llegaron a la explanada del Paseo Méndez, ya otros adultos mayores  estaban ahí, acompañados por funcionarios de los programas federales de bienestar obradorista. Ahí se quedó don Felipe y su familiar se retiró del lugar, pues había convenido en que regresaría por él. 

 Mujeres y hombres, todos lucían contentos, debidamente sentados en un espacio cómodo y sombreado. Se les entregarían 7 mil 700 pesos a cada uno de ellos por concepto de dos meses de apoyos del gobierno de la república.  

Don Felipe Monroy Cervantes, se sentó igual que los demás en una silla con asiento de esponja y de forro negro. Era alrededor de la una de la tarde. La entrega de los apoyos a los adultos mayores, fluía con dinamismo y puntualidad. El paisaje de aquel paraje considerado como el más hermoso de Victoria, complementaba el momento de armonía y de bienestar. 

 Las flores y plantas del Paseo Méndez parecían entonar una música instrumental de mil tonalidades que se elevaban junto a los arbustos y las palmeras, en un concierto silencioso, de cara al cielo. 

  De pronto algo sucedió. Don Felipe se desvaneció de su silla. Desde su lugar donde presidía los apoyos, el  Delegado Luis Lauro Reyes Rodríguez corrió a darle al ancianito los primeros auxilios. En una de las fotografías se puede ver al alto funcionario de los programas obradoristas  vistiendo su riguroso chaleco beige, inclinado y prestándole el apoyo necesario. Afortunadamente la llegada de una ambulancia fue de manera inmediata, pues hizo el recorrido desde la Unidad de Emergencias de la Presidencia municipal. 

 Lo que siguió es digno de contarse, pues el Delegado Luis Lauro al no haber un familiar del abuelito desvanecido, tuvo que hacer labor de investigación. Una vecina del abuelito infartado le proporcionó el numero del celular de un nieto. Aun así, Luis Lauro se trasladó rápidamente a la casa de don Felipe y les dio la noticia. Todavía el delegado los acompañó al Hospital Civil, el nosocomio donde había sido trasladado el enfermo. 

 Posteriormente la Trabajadora  Social les dio la noticia, de que don Felipe había fallecido. Luis Lauro les entregó los apoyos que don Felipe iba a recibir. 

   Al margen de politiquerías y de falsas poses, lo cierto es que en este caso, el Estado mexicano y  la larga mano humanista del Presidente Andrés  Manuel López Obrador asistió a un abuelito tamaulipeco, hasta sus últimos instantes. 

   Una luz de vida se apagó este jueves, en esta capital, durante la entrega de los apoyos  económicos a los adultos mayores. Un suceso extraño sin duda que pasará al anecdotario de los Programas de Bienestar en Tamaulipas. 

En los jardines del  Paseo Méndez, un grupo de niños corretea alegremente por  los espaciosos andadores de este hermoso parque. En la proximidad de la Primavera, las aves de marzo  parecen renacer en su eterno retorno de vuelos  y de graznidos. 

      Aquí en este rincón urbano, propicio para el reposo y el esparcimiento familiar, la naturaleza muestra sus ciclos, de hojas que se fueron para ser reemplazadas  por nuevos brotes. 

 La vida sigue.

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