Pues arribamos felices a nuestro 70 aniversario de vida

DIMENSIÓN POLÍTICA / Ezequiel Parra Altamirano

2022-08-16

Ezequiel Parra Altamirano

TEPIC, NAYARIT.- PARA EMPEZAR a escribir estas líneas pido permiso al amable lector a fin de hablar en primera persona pues como entre el 17 y el 18 de agosto arribé feliz de la vida -¡gracias a Dios, por supuesto!- a mis primeras siete décadas de existencia, es menester escribirlo así, tal vez porque se siente uno más cómodo.

Pero vamos, como dicen allá en mi rancho, empecemos por lo primero: ¿por qué dos días de cumpleañero? Pues resulta que según mi inolvidable Lupita, la mujer que me dio la vida y que apenas el 5 de febrero del año anterior partió al seno del Señor dejando un enorme vacío en los corazones de nosotros sus cuatro hijos: Celia, Jesús, Santiago y el que esto escribe, cuando mi papá Santiago (Don Chago para sus amigos, también ya desaparecido pues se nos fue el 19 de agosto de 2014) recibió la petición de su entrañable esposa de acudir al Registro Civil de Ixtlán del Río, Nayarit, para dar cuenta oficial de mi nacimiento, siendo entonces que cometió dos yerros, a saber:

 

DOS DÍAS PARA CELEBRAR

Primero, que en lugar de informar que nací el 18 de agosto de 1952, dijo que en realidad nací en la víspera, es decir, el 17, aunque viendo desde el lado positivo, la equivocación me permitió con los años prolongar el festejo de uno a dos días… 

Y segundo, que en honor de su hermano menor, Ezequiel Parra González, fallecido también como todos aquellos hermanos Parra González -tanto que no queda ninguno de ellos con vida pues el último en partir fue mi padre- ya cuando estaba frente al funcionario del Ayuntamiento pidió al oficial que se me asignara el nombre de José Ezequiel Parra Altamirano, y si ya de por sí la fecha estaba equivocada (¿quién más que una madre para dar cuenta de la hora exacta, el día, mes y año del nacimiento de sus hijos?) para agravar la cuestión ordenó se me pusiera como nombre el de su hermano a quien mi madrecita guardaba en contra suya un agrio rencor pues como de recién casados se fueron a vivir durante un año a casa de mi abuela Cirila junto con sus hijas e hijos, no faltó el momento en que, seguramente por el fuerte carácter de una y de otro llegaron a hacer tronar los tambores de guerra familiar y además, para “aderezar” la cuestión, expresar algunas palabras altisonantes que por supuesto hirieron profundamente a la recién casada, y probablemente también a su cuñado.

A grado tal que sin más ni más y no obstante haber nacido ya mi hermana Celia, abandonó enojada aquella finca junto con su hija, para refugiarse con sus padres en el rancho “La Cruz” propiedad de mis abuelitos Doña Reina Robles Preciado y Don Jesús Altamirano, rancho que, por cierto, se localiza a escasos tres kilómetros de la comunidad de El Terrero, municipio de Ixtlán del Río, pasando el río Grande, como se le llama junto al río “Chico” pues además, ambos atraviesan la ciudad de mi nacimiento, siendo aquella experiencia lo que marcaría profundamente a la autora de mis días.

 

INFANCIA FELIZ 

Por cierto que esa parte de mi infancia, no obstante los trabajos que debí emprender a la edad temprana de los nueve o diez años, como vender tortas y palomitas en el cine, bolear calzado o vender paletas tanto en mi pueblo como en los pueblos cercanos a donde debía trasladarme por carretera empujando el carrito lleno de paletas, bolis y nieve, y que ya de regreso llenábamos con varios kilos de guamúchiles que cortábamos de entre las ramas espinosas de aquellos árboles, le llevábamos todo aquello a mi amada Lupita, a mi padre y al resto de la familia, fue de enorme felicidad en nosotros los hermanos, los primos y los amigos a quienes solíamos invitar al ranchito de mi abuelo Jesús.

Ellos eran mis inolvidables amigos, de nombres Tony Coronado Jaime y Fernando Espinoza Ramírez, el primero que llegó a formarse como médico cirujano y partero, y el segundo también doctor, pero en odontología, ambos de muy gratos recuerdos aunque el primero falleció hace ya tres años y el segundo radica en Tepic con su familia, pero desafortunadamente aquejado de males cardiacos.

 

DELICIOSAS FRUTAS Y

CHARCOS REFRESCANTES

Decía que en el rancho de mis abuelitos la pasábamos bien, a donde acudíamos con suma frecuencia, tanto que hasta la cariñosa y muy lista perra llamada “Chífora” con la que jugábamos incansablemente, cuando partíamos de regreso a casa en Ixtlán del Río nos seguía -como queriendo prolongar los juegos que tanto nos agradaban-, no solamente hasta la carretera donde abordábamos el camión al que llamábamos “La Olla” y que personalmente conducía su propietario Don Braulio Muro, sino que nos seguía corriendo ladre y ladre detrás del camión, como reclamándonos la razón por la que nos alejábamos de aquel entrañable lugar, pero que a los tres o cuatro kilómetros, cansada de correr y ladrar finalmente desistía para regresar al lugar al que pertenecía.

En ese rancho “La Cruz”, decía, había toda clase de árboles frutales: guayabas, guamúchiles, arrayanes, cañas que cultivaba año tras año mi abuelito, pero además, lugares bellísimos para nadar que se formaban en el río como aquel llamado “El Tranchete” y otros lugares de ensueño como “El agua caliente”, nacimiento del líquido vital, adonde acudíamos frecuentemente debido a que nos encantaba disfrutar de sus aguas sulfurosas y la práctica de la natación, al igual que en el balneario “La Sidra”.

Este lugar, ahora bellamente modernizado y hasta con infraestructura para la diversión acuática, localizado a un lado de la carretera internacional, cerca de El Terrero, donde había dos albercas que si bien se destinaban al riego de las tierras bajas del lugar -que con los años serían propiedad de nuestro inolvidable amigo ‘Bony’ Marmolejo y su bella esposa Chelo Rasura-, una de ellas se utilizaba para el recreo de las familias de la región y que tantos recuerdos nos traen a la memoria, pero la otra servía para acumular el agua para el riego, ya estancada, y que por el desuso en que se hallaba contenía agua un tanto sucia y en la que no se antojaba meterse a nadar.

 

MEMORABLES TINAJAS 

Cercano a Ixtlán del Río se localiza un lugar en el río Grande al que llamábamos “Las Tinajas”, distante unos tres o cuatro kilómetros del pueblo y donde había un pequeño salto de agua como una especie de mini cascada y una enorme roca de unos nueve o diez metros de altura, a la que trepábamos con todo y dificultades y desde donde a los niños encantaba tirarnos al profundo charco -con todo y remolino- que se formaba en el lugar, y lo que son las cosas relacionadas con la ignorancia y la inexperiencia, a ciertos niños como al que esto escribe encantaba arrojarnos al agua cuando el río venía crecido sin medir el peligro pues nos encantaba caer en el agua y por lo fuerte de la corriente salir siete o diez metros aguas abajo, lo que era para nosotros como la realización de una verdadera proeza.

 

MAGIA DE “LOS TORILES”

Otro lugar que nos gustaba visitar era la zona arqueológica de “Los Toriles”, donde nos fascinaba subir y bajar por las pirámides, sobre todo por la de forma circular dedicada al dios del viento, Ehécatl-Quetzalcóatl, en cuya cima se localizaban otras dos pirámides pequeñas que nos recordaban aquellas películas en que aparecían indígenas practicando sacrificios humanos. 

La estructura, como decimos, cuenta con altares gemelos, y en el lugar también se encontraron tumbas de tiro donde se colocaban ofrendas dentro de cámaras fúnebres.

Ahora sabemos que el sitio es considerado como uno de los asentamientos más importantes del Occidente de México, y también se conoce como El Antiguo Ixtlán. Los primeros pobladores que lo conformaron fueron las tribus nahuatlacas y la comercialización de obsidiana era una de sus principales actividades económicas.

 

NUMEROSOS MONTÍCULOS 

Y 15 ESTRUCTURAS MÁS

El sitio se divide en cuatro grandes secciones donde se han encontrado cerca de 85 montículos y 15 estructuras. Destaca el Edificio de los Relieves que se cree era residencia de la élite política o religiosa y se caracteriza por sus petrograbados, escalinatas, cámaras y columnas.

Para quienes deseen visitar el lugar, se ubica sobre el kilómetro No. 815 de la Carretera Internacional México-Nogales, en el tramo Guadalajara-Tepic, a tres kilómetros de la ciudad de Ixtlán del Río. Su horario es de lunes a domingo de 09:00 a 18:00 horas.

Pero como decíamos, debido a que mi padre me asignó dos días para celebrar mi cumpleaños, como ahora hemos arribado a nuestros primeros 70 años les contamos estos relatos y mañana continuaremos mientras hacemos una pausa.

Por hoy es todo y mañana será otro día.

¡CONSUMATUM EST! 

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