Altivo pero inactivo

ANECDOTARIO / Javier Rosales Ortiz

2024-01-08

Javier Rosales Ortiz

Suena un tanto ilógico, pero es evidente.

Está a la vista a diario de todos los victorenses y muchos se quejan del pobre abandono.

Recuerdo, sí bien recuerdo, que recién desempacado del Distrito Federal, donde estudié en la UNAM periodismo, desconocía la ubicación de algunas dependencias en Ciudad Victoria, Tamaulipas por lo que busque información en la céntrica Plaza Juárez, para cubrir las fuentes que me asigno un periódico local de gran prestigio.

Me senté solo en una banca frente al Centro Cultural Tamaulipas y de pronto apareció una figura alta, delgada y sonriente, que se acomodó a mi lado.

En sus manos apretaba varias hojas tamaño carta. Me saludo y me empezó a hacer plática.

Batallé, pero lo ubique y deslice la mirada hacia todos lados para comprobar si él llego solo. Ni escoltas, ni operativos y sin precauciones el personaje me pregunto que si podía recoger mi opinión sobre el edificio que frente a nosotros lucía casi al final de su construcción. “Adelante”, le respondí, nervioso.

Me mostró unas hojas donde el Centro Cultural se veía vestido de tres llamativos colores, que eran gris cemento, amarillo y naranja, los que al parecer, según se notaba, no eran de su agrado por la mezcla entre chillones y serios que no le daban buena forma a ese local que se destino a abrigar la cultura de nuestro estado.

Y es que Ciudad Victoria está compuesta por edificios y casas de aspecto rustico y tradicional como piedras y colores apagados, por eso pasan desapercibidos, y que bien chocaban con algunas propuestas que tienen que ver con la fachada y el interior de esa enorme casa cultural en esta capital.

Al radicar en el D.F. por más de diez años, aprendí y noté que hay de todo, una combinación de colores y formas arquitectónicas que obligan a los turistas a posar bajo su fachada, porque eran bellos, vistosos y porque rompen con la forma de ser de los años 80.

Y opiné: “Señor gobernador esos tres colores gris, naranja y azul, le darán vida a la capital tamaulipeca y no atentan contra nada, porque el tiempo y la vida avanzan y avanzan y es muy bueno pensar en el futuro y en el legado que Usted va a regalar”.

Me miró, se levantó de la banca y al estrechar mi mano me dijo gracias, pero también voltio hacia la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús y señaló: “A ese reloj, le falta algo”. 

Por mi cabeza nunca paso entrevistar al Gobernador de Tamaulipas Américo Villarreal Guerra, porque lo que ocupo el tema fueron esos tres colores que aun luce el ya famoso Centro Cultural, que ha sido desde 1987 la casa de docenas de conocidos cantantes y actores nacionales e internacionales, a los que también sorprende el decorado interno y externo de esa obra.

La duda que me quedo de aquel acercamiento entre un gobernador y un ciudadano común fue lo que dijo del reloj de la Iglesia y hasta ahora descifro el caso.

Ese reloj dejó de funcionar en 1922 y ha sido reparado en tres ocasiones con la colocación de nuevas campanas y equipado para que nos regale música sacra, que le dan valor, riqueza a todo aquello que se jacte de ser una provincia completa.

Pero ahora ese aparato campanario se le ve altivo, pero inactivo, por eso es un acierto que el presidente municipal de Ciudad Victoria, Eduardo Gattás Báez, le haya dedicado una mirada y prometió que su  reparación es inminente, porque nadie puede negar que es un símbolo para la capital de Tamaulipas.

Ojalá que otros también figuren en su mira.

Porque ese sonido que regalan en horas tempranas.

Son más que, un despertar de agasajo. 

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