Sucedió en La Ribereña
DESDE EL RETIRO / Liborio Méndez Zúñiga
2025-03-05
DESDE EL RETIRO / Liborio Méndez Zúñiga
2025-03-05
Nadie que sabía de ese hombre lo podía creer. Fue convocado a un acto público, provocó primero el silencio en la mentada reunión con el Dueño del Bastón Provincial y muy pronto un maremágnum en el correveydile y en el chisme popular.
Días antes los reunidos recibieron elegantes invitaciones con obligada confirmación de los invitados en su carácter de ciudadanos distinguidos de Charco Azul. Era un encuentro con el Señor de Villa de Aguayo y Nuevo Santander, para dirimir malos entendidos y viejos agravios, pero también concertar una gobernanza con personas pensantes de buenos modales y verbo ilustrado.
El comendador de La Sauteña había ideado el cónclave para lograr la concordia que requerían los fronterizos para llevar la fiesta en paz y contener los ímpetus de allende El Bravo; la casona más cómoda y antes añeja hacienda ganadera, fue la sede del evento con los resguardos obligados de la Acordada, dada la presencia del Bastón de Mando, sabida cuenta de sus vínculos con el Conde de Agualeguas y sus intereses futuros.
Después de los saludos y presentación de respetos a cada uno de los invitados, el promotor, Generoso Cienfuegos planteó los buenos y altos motivos de llegar a un buen acuerdo entre los reunidos, en bien de la patria chica y por considerar que sería una tragedia vivir con rencillas cuando se estaba tan lejos del Altísimo y muy cerca de los tejanos.
Los comensales, de consumado perfil sibarita ya estaban eufóricos del ambiente de refundación al cual se sentían invitados y empezaron los oradores por tamaño de la estancia y número de las cabezas de ganado, además de las leguas cuadradas de agostadero, sabedores del gusto del Bastón de Mando por la palabra culta.
Previamente se acordó en petit comité auspiciar la palabra del único científico formado en la Sorbona de la vieja Francia, un hijo emigrado en pos de la cultura, heredero de ganadero quebrado, obligado a vender por los machuchones para medrar con los veneros de el Río Chorreras y sus caudales.
El académico, Octaviano de los Herrera, cuyo nombre era más conocido en el extranjero que en su lugar de origen, se aprestó a engolar la voz y compartir su visión del viejo mundo, cuyo ícono de ideas era la Revolución francesa y la famosa toma de la Bastilla. Se puso de pie, se acomodó la levita y brindó su fogoso discurso, expresando primeramente su agradecimiento por permitirle traer la cultura a la mesa, cosa que hizo levantar la ceja a los presentes que se vieron de pronto como párvulos y casi como caciques apaches o comanches.
El orador invitado trazó un panorama de la visión del europeo sobre la colonia de Nuevo Santander, más conocida en su extensión grande como Cuerno de la Abundancia, luego procedió a esbozar las leyes y reglamentos que rigen en Francia y sus provincias y puso énfasis en que no hay buen gobierno sin ejército y policías que preserven el control sobre las masas, siempre incultas o levantiscas y les dijo: recordad la guillotina.
En este punto el Bastón de Mando lo interrumpió para preguntar sobre el papel de la iglesia como agente de paz y concordia. El ponente meneó la cabeza y dijo que la iglesia también tiene cuerpos armados y no pocos reinos existieron gracias a los ejércitos de los Papas, sin olvidar las Cruzadas.
Luego el hombre de letras se permitió comentar los bandos de buen gobierno en La Sauteña y después de asegurar que los territorios se controlan y preservan con las armas, dijo que la frontera corría el peligro de ser invadida y anexada a lo ya cedido por el General Santana a los norteamericanos. Los gestos adustos pasaron a murmullos de asentimiento y se hizo el silencio. El letrado puso el dedo en la llaga amargando los postres del banquete, de modo que a una seña del anfitrión los meseros escanciaron todas las botellas de coñac en las copas.
Tocaba el turno al Número Uno de la mesa. Con tino primero propuso un brindis por el promotor del encuentro y otro por el orador invitado, con un tiempo de sobremesa de panza llena y corazones no muy contentos. Al retomar la palabra, trató de hacer un comentario positivo sobre la oportunidad que representaba saber de la grave amenaza que amenazaba a la patria, tanto la chica como la grande, y con la copa vacía aseguró que era inminente un acuerdo con el Gran Jefe, con el Tlatoani mayor, en virtud de que se trataba de un problema nacional, cuyo antecedente era justamente el robo del territorio anexado por la fuerza al voraz vecino del norte.
El anfitrión gritó un estentóreo ¡Viva México! coreado tres veces por los comensales y se dio por terminado el cónclave, procediendo a nombrar la comisión de ciudadanos que se iría a la metrópoli de Aztlán, acompañando al bastón de mando del Nuevo Santander y al Jefe Político de La Sauteña.
Esta historia solo culmina y vuelve a empezar con el Tratado Internacional de 1844, y se mantiene viva cada vez que se reúne la Comisión Internacional de Límites y Aguas.
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