Domingo familiar

ENFOQUE / Salomón Beltrán Caballero

2024-04-13

Salomón Beltrán Caballero

“Pero si vosotros no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará los pecados” (Mt 6:15)

¿Cuántas veces culpamos a otros de todo lo malo que nos pasa? ¿Cuántas veces, aceptamos que guardamos resentimiento por alguna ofensa que recibimos y que nunca perdonamos? Si no hay paz en nuestro interior, no la encontraremos en nuestro entorno, porque consciente o inconscientemente guardamos un sentimiento negativo hacia nuestro prójimo, que siendo o no culpable, en ocasiones, identificamos algunos detalles parecidos a los de aquél que nos ofendió. Lo más triste es vivir en el engaño de que se es feliz, simulando tener un corazón compasivo y misericordioso, pero que a los ojos de Dios queda en evidencia en cuanto sentimos la necesidad de quejarnos por esa inconformidad interior que nos dejó una mala experiencia.

He escuchado muchas veces decir que perdonar va más allá de nuestra capacidad física y mental; tal vez, viéndolo desde el punto de vista materialista, resulta cierto, por ello, Dios nos invita a perdonar de corazón, porque es un órgano vital para la vida; y por otro lado, porque siendo un músculo, no puede albergar resentimientos, como sÍ ocurre con el cerebro. Un corazón sano, es aquél que palpita en la armonía del amor, de ahí que Jesucristo nos invite a amar a nuestro prójimo, para que así ninguna ofensa pueda dañarnos y dañar a nuestro prójimo.

Quién de nosotros, que, siendo humano, pude asegurar que está libre de culpa porque no ha pecado, quién, que, conociendo las debilidades de la carne, puede certificar que no ha ofendido a su prójimo de palabra, obra u omisión. Si queremos establecer la paz interior y con ello encontrar la felicidad, dejemos de culpar a otros por nuestra negativa a amar a nuestro prójimo con el mismo amor con el que nos ha amado Jesucristo.

¿Quieres sentirte bien contigo mismo? Has del perdón una virtud y no una prerrogativa para simular estar bien con Dios, porque al Señor no se le puede engañar, y porque el dolor que causas al no perdonar al que te ofende, más dolor causará en tu corazón, porque el rencor, el odio o la ira son semillas amargas que envenenan nuestra vida.

Mi espíritu se llena de gozo, cuando veo en tu mirada el amor que un día llegó en forma inesperada, ese gran amor ¡oh mi Dios! que quiero ver en la mirada de aquellos a los que he ofendido; es la mirada del perdón que emana de un corazón, que más que arrepentido, reconoce en su prójimo la oportunidad que le das a nuestra vida, para conciliar la paz y la armonía interior, para regocijarnos de alegría, como cuando viste en mí a la semilla de tu amor que un día, tu corazón sembrara en el bendito vientre de mi madre, tan amada y tan querida.

Llena de amor a nuestro corazón, para que el perdón sea la evidencia viva, de nuestra amada reconciliación contigo y con nuestro prójimo.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

enfoque_sbc@hotmail.com

Derechos Reservados © La Capital 2024